Howard Kurtz entra a la discusión -- ya casi a nivel bizantino -- de por qué se debe o no se debe cobrar por los contenidos en línea. Después de repasar todos los lugares comunes (lo grande que es la redacción del NY Times, el prestámo de ese odioso capitalista mexicano al venerable diario, la lista de todos los diarios a punto de desaparecer, las ideas (antiguas) del director del Aspen Institute, la respuesta de Michael Kinsley, la diferencia entre la música y la información (una tiene fecha de caducidad, la otra no) y un largo etcétera, Kurtz concluye:
"After decades in which newspapers grew fat and happy as a near-monopoly, the business model is busted. Perhaps it is too late to persuade consumers to cough up the monthly equivalent of buying a vanilla Frappuccino (though it was once conventional wisdom that no one would fork over money to watch television). But if so, that's a shame.
You ultimately get what you pay for. And if there's not enough public appetite for the kind of journalism that holds politicians and public figures accountable -- ranging from Tom Daschle's tax problems to Citigroup's planned $50 million private jet to Barry Bonds's alleged steroid use -- then such efforts will wither on the digital vine. Of course, we might come up with a brilliant new strategy for financing newspapers. But don't count on it."
Peter Osnos echa un paso atrás y explica, como intenté hacerlo yo ayer, de dónde vienen los argumentos que estamos leyendo, y cuáles son las escuelas de pensamiento que los impulsan.
Por otra parte, The New Republic recupera uno de esos argumentos, el ideológico, y trata de explicar desde ese punto de vista cuáles han sido los males (de izquierda y derecha) que han desprestigiado a la prensa en EEUU y la han llevado, en parte, al borde del precipicio.
jueves, 19 de febrero de 2009
Las voces del debate: morir o no morir
Etiquetas:
consumo de información,
periódicos
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