lunes, 9 de marzo de 2009

El bajo nivel del debate sobre el futuro de los diarios

Como dije no hace mucho en este blog, en el debate sobre el futuro de los periódicos cada participante -- bloguero, periodista, ejecutivo -- se está atrincherando con un argumento totalitario, como si echando la verdad -- su verdad -- al aire para ver si pega fuera a solucionar la enorme y evidente crisis.
En esa línea, como yo soy periodista y editor más que otra cosa, entonces la regla me dice que debo asumir la postura del defensor de la verdad, ofenderme ante la gratuidad del contenido en Internet, demandar que alguien (el gobierno, las empresas, la sociedad) haga algo que garantice mi derecho a informar sin tapujos y debo concluir con un grito sobre la importancia social del periodismo -- más importante que la vida misma.
Pero la realidad (por lo menos en EEUU) dicta otra cosa: 1) la gente, esos borregos que los periodistas egregios vemos con desdén, ya no quiere leer nuestro productos de papel; b) a pesar de lo que nuestro ego quiere, esa misma gente tiene más opciones que nunca para recibir su información; c) las empresas de diarios no sólo no aprovecharon su posición monopólica para darse una oportunidad, sino que hicieron una serie de barbaridades como compras apalancadas que pusieron en riesgo su supervivencia; d) y, viendo los números de circulación, los periódicos desde hace años llegan solamente a unos cuantos, ya que la penetración de los diarios nacionales, por ejemplo, es ínfima. En conclusión, parece que los únicos que quieren preservar a los periódicos somos los periodistas que tenemos este espejismo de poder que no queremos soltar y los empresarios que se han llenado de billetes con rentas superiores al 20%. Y, por último, a esas voces fatalistas hay que recordarles que los diarios que no se pusieron en posiciones riesgosas aún son un buen negocio.
En este tono llega David Carr, quien decide ser uno más de los periodistas juiciosos que sueñan con un mejor mundo, en el que todo dios nos pague por nuestras notas, que desaparezca la maldad tecnológica y que los periódicos se unan ¿para qué? -- para mantener sus negocios disfuncionales y su control monopólico en sus mercados. Me sorprende el bajo nivel de los argumentos de Carr, Kurtz y otros analistas de medios. Parece que viven en una burbuja en dónde lo importante es quedar bien con los colegas de la profesión y no llamar las cosas por su nombre. Increíblemente, el mejor documento sobre la crisis de los medios me llegó a través de la INMA -- la asociación de marketing de periódicos.
Internet ha sido un verdadero democratizador de la información. Los dos principales diarios que uso para informarme están a miles de kilómetros de distancia: uno en Nueva York y otro en Madrid. La clave para ellos y para todos los medios digitales es monetizar mi lealtad: cómo hacer dinero con un lector en San Antonio, Texas (un lector que pasa horas al mes leyéndolos).
Insisto, yo no quiero que haya periodistas sin trabajo. Pero repetir las mismas fórmulas que no han funcionado o rezar para que pasé lo mejor no mejorará la situación. Se necesitan medidas concretas, y con concretas me refiero al flujo de capital que pueda garantizar el desempeño de nuestra profesión, cualquiera que esta sea.

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