viernes, 31 de octubre de 2008

Por qué votaría por Barack Obama

Como habrán notado he seguido la campaña presidencial en EEUU muy de cerca y he estado pendiente de los respaldos editoriales que dan los periódicos a los candidatos.
Por eso ahora a Apuntes con Masaje, en su entrada 800, le toca declarar su respaldo a uno de esos candidatos.
Este blog recomienda la candidatura de Barack Obama, el senador demócrata de Illinois, a la presidencia de EEUU.
Como residente de este país no puedo votar (aunque sí puedo donar dinero a las campañas, y por primera vez en mi vida lo hice: US$20 a la campaña de Obama). Pero llevo más de nueve años viviendo aquí y tengo dos hijos estadounidenses. Por esa y muchas otras razones – algunas de ellas periodísticas – me interesa dar mi opinión al respecto.
Decir que este país ha cambiado los últimos ocho años es como decir que el cielo es azul. En 1999 llegué a un país optimista y quizá hasta arrogante en su éxito económico impulsado por la innovación tecnológica y el consumo desenfrenado. Tras mi paso por la redacción del Wall Street Journal entendí algo muy básico: esos impulsos económicos nacen y se sostienen con base en la confianza que exista hacia el sistema. Fue esa confianza la que impidió que la recesión del 2002 se extendiera. Y hoy esa confianza ha desaparecido.
En 2000 George W Bush ganó las elecciones más apretadas en la historia de EEUU con los discutidos votos electorales de Florida y perdiendo por 300,000 el voto popular. La promesa de su campaña fue gobernar desde el centro, como “conservador compasivo”. La derrota de Al Gore pareció, en esos momentos, como una transición sana del sistema democrático hacia un presidente que ante esa apretada elección debería gobernar para todos.
Los primeros meses del gobierno de Bush fueron un chiste. El presidente destacaba por su torpeza, ignorancia y propensión a la comedia involuntaria, pero por poco más.
El 11 de septiembre de 2001 cambió radicalmente todo eso. Los estadounidenses dieron carta blanca al presidente a hacer todo lo que fuera necesario para vengar los atentados y garantizar la seguridad del país. Esta postura tuvo eco internacional y pocos cuestionaron la decisión de atacar Afganistán como centro de refugio de Al Qaeda.
Pero este presidente que perdió el voto popular y ofreció gobernar desde el centro aprovechó la coyuntura y el cheque en blanco para implementar medidas radicales, innecesarias e incluso peligrosas que se distanciaban drásticamente de las expectativas de la mayoría de los ciudadanos.
La lista es larga: armas de destrucción masiva que nunca se materializaron en Irak, una guerra que no fue corta y triunfal como se prometió, espionaje interno sin controles, radicalización de la Suprema Corte, despidos de jueces por tener una ideología diferente, luz verde a la tortura, cárceles secretas internacionales y no tan secretas en Cuba con evidente desapego a los tratados internacionales, persecución de disidentes internos (Valerie Plame y Joseph Wilson, por nombrar dos), un vicepresidente maquivélico tras bamabalinas tomando decisiones secretas en todo desde el futuro energético del país hasta la guerra contra el terrorismo, total unilateralismo internacional y un largo etcétera.
Y en temas más cercanos, Bush abandonó y descuidó sus relaciones con Latinoamérica y nunca tuvo la fuerza para impulsar una muy necesaria reforma migratoria.
Y, ¿qué culpa tiene John McCain de esto? Bueno, pare empezar, son miembros del mismo partido político, cuya extrema radical ha impulsado muchas de estas políticas que hoy es la base del partido republicano. Tan es la base que McCain tuvo que cambiar y abandonar muchos de sus ideales para contar con los votos disciplinados que en 2000 y 2004 dieron el triunfo a Bush.
Mucho se ha escrito de los dos McCains: el “maverick” que combate a su propio partido, logra alianzas con la oposición y propone medidas de baja popularidad, como la solución al problema migratorio que presentó con Edward Kennedy y que ha abandonado como un hijo desconocido. Y el nuevo McCain, que hace todo lo posible por alinearse con las fuerzas extremas y traiciona su instinto político de no atacar sin bases a sus adversarios, como lo hizo Bush en su contra en las primarias republicanas de 2000.
Dos son las principales críticas a la campaña presidencial de McCain: su selección de Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia y su comportamiento errático, casi torpe, en la toma de decisiones. Concuerdo con ambas. Sarah Palin no es una mala candidata por su falta de experiencia a nivel nacional o por sus erratas constantes. Es una mala candidata porque representa el ala más extrema de su partido, un grupo que se vanagloria de su desinterés por el “otro”, su rechazo a las fuerzas intelectuales de élite (que en todo el mundo son la base del sano discurso político) y su desconocimiento del ámbito internacional (no tenía pasaporte hace dos años y decir que es experta en Rusia porque se ve desde Alaska es como decir que soy astronauta porque observo la luna desde mi casa). Esa falta de curiosidad intelectual, que se manifiesta en tomas de decisiones impulsivas, en una actitud de “nosotros contra el mundo” y una definición del mundo entre buenos y malos han dado desastrosos resultados desde 9/11. Y esta claro que en el mundo de Palin, los designios de Dios juegan un papel más importante que la razón, el consenso, el debate y el bien común de todos, incluidos los que no opinan, viven o se parecen a ella.
Luego están las decisiones caóticas y descoyuntadas de McCain durante la campaña. La joya de la corona fue el momento en que decidió detener su campaña y cancelar el primer debate para ir a Washington a solucionar la crisis económica en unas horas, algo evidentemente imposible, innecesario y hasta irresponsable porque retraso una solución consensuada. Este fue el mismo hombre que dijo la mañana del primer debacle de la bolsa que los “fundamentos de la economía son sólidos” para luego intentar explicarse diciendo que se refería a la fuerza laboral estadounidense. Vamos: los fundamentos de la economía, como cualquier economista o periodista de negocios sabe, se refiere a las bases estructurales que mueven e impulsan una economía, como el acceso al crédito, el desempeño de sectores estratégicos (como el inmobiliario) o el crecimiento del empleo.
Fue este total desconocimiento y hasta chacoteo económico lo que ha llevado a muchos a cambiar su voto en favor del equipo demócrata. Y, recuerden, esto se trata de confianza.
Lo cual nos lleva a Obama. No soy ningún oráculo de la política, pero solo dos políticos me han dejado boquiabierto con sus discursos: Bill Clinton, y Barack Obama durante su participación en la Convención Demócrata de 2004. Esa noche volteé a ver a mi esposa y le dije: “Este señor va a ser presidente”. Está ella para confirmarlo. Pero, por supuesto, jamás pensé que el senador junior de Illinois se lanzará tan pronto y contra contrincantes tan pesados y experimentados como Hillary Clinton y John McCain.
En ambas duras y largas campañas Obama ha mostrado una cualidad que creo es fundamental para la persona que gobernará el país más poderoso del mundo: ecuanimidad. En ocasiones, como en el último debate con McCain, esa ecuanimidad se puede confundir con debilidad por no reaccionar a la agresividad de su adversario. Pero es un hecho que la gente está cansada de ataques – y la campaña de McCain se ha apoyado en demasía en esto, a niveles ridículos como el vincular estrechamente a Obama con gente con la que compartió un foro o una mesa. Obama ha evadido los ataques y ha presentado, sin duda, otra cara de la política estadounidense, algo que su reciente comercial de 30 minutos – pagado con el vendaval de dinero que tiene gracias a las contribuciones por Internet de millones de personas – mostró. En el comercial, la campaña de Obama se dedicó a mostrar la fortaleza de un candidato con cualidades importantes como una sólida base moral, claros ideales sociales, propuestas concretas y generosidad, sin atacar a McCain o Palin.
Por supuesto, estas cualidades no son las únicas necesarias para gobernar este complicado país. De hecho, en ocasiones las propuestas de Obama son complicadas y un tanto incomprensibles (como la forma en que pagará todo el gasto social que propone, su propuesta de seguro de salud o cómo funcionan sus recortes fiscales). Pero en algo que creo pone en la lona a McCain es en su capacidad por atraer las mentes más capacitadas, la mejor asesoría y los mejores colaboradores a su equipo, empezando por Warren Buffet, su candidato a vicepresidente Joe Biden, Colin Powell e, incluso y chocarronamente, a la amada Oprah Winfrey.
La forma en que llevó su campaña, desde hace 21 meses, ha sido impecable. Además de los millones de dólares récord que ha logrado recaudar vía Internet de fuentes que jamás habían donado un centavo (como yo), ha llevado una campaña disciplinada, sin peleas públicas (como las recientes entre Palin y la gente cercana a McCain encargada de controlarla), con un mensaje claro, conciso y constante (cambio) y una organización multitudinaria que tan solo en el estado de Florida tiene 200,000 voluntarios de a pie. Esto dice mucho de cómo gobernará.
Su falta de experiencia en temas administrativos y en gobierno es clara. Pero también son una ventaja porque su compromiso con los grupos de influencia (lobbysts) y grupos de poder es menor. Y su desbordada inteligencia y sentido del servicio es sobresaliente, a pesar de tropiezos como su relación documentada con Jeremiah Wright y los días que se tardó en repudiar sus comentarios (10).
También me preocupa su foco en Medio Oriente y Russia y su falta de apoyo a los tratados comerciales porque eso sugiere cuatro años más de desconexión con América Latina. Tampoco ha dado soluciones al tema migratorio. Pero, me queda claro, que ninguno de los candidatos toca estos temas porque son impopulares.
La mayor inspiración viene de su historia personal. Con ella finalmente compro esa idea del American Dream que a veces es difícil de tragar porque en el día a día suena vacía. Pero si un hombre mestizo, de raza blanca y negra, con un padre extranjero de origen africano y una madre de Kansas, que creció en la multicultural Hawai y en el mayor país musulmán del mundo (Indonesia), estudió en mi alma mater de Columbia y fue el primer presidente afroamericano del Harvard Law Review, organizador comunitario en Chicago y profesor de la universidad homónima de la ciudad, senador en su estado y senador a nivel federal a los 40 y pocos años, puede llegar tan cerca de las puertas de la Casa Blanca, ¿quién dice que mis hijos no?

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