Si usted ha estado leyendo el New York Times o el Washington Post en días recientes pensaría que los medios estadounidenses ha descubierto suficientes deficiencias en la forma de gobernar de Sarah Palin y en el proceso de toma de decisiones de John McCain como para destrozar la campaña republicana a la presidencia.
Entre las notas a las que me refieron están, por ejemplo pero no limitadas a, esta nota del Post acerca de cómo gobernó Palin el pequeño pueblo de Wassila, Alaska. O esta nota del Times acerca de la tendencia de Palin a beneficiar a sus amigos y atacar a sus detractores. Ambas notas son muy poderosas y hablan de una candidata de poca experiencia, que favorece el amiguismo sobre la eficacia y vengativa.
Además, está perfectamente reportado las mentiras que se han dicho sobre el CV de Palin: no es cierto que sólo se dedicó a recortar impuestos, no es cierto que se opuso a la construcción de un puente innecesario en Alaska y no es cierto que no gusta de recibir fondos federales. Muchas mentiras, bien documentadas.
Pero a pesar de este gran esfuerzo informativo Palin es más popular que nunca entre la base republicana y ha logrado dar un fuerte impulso a la campaña de McCain.
Una razón es muy simple. La gente que vota por Palin y McCain no lee el NY Times ni el Washington Post. No solo no los lee sino que los detesta y los ve como herramientas de la izquierda intelectual y la élite burguesa. Por eso, hasta cierto punto, atacar a los medios les ha dado tan buen resultado a los republicanos, porque confirma las sospechas del electorado.
De una nota de Politico sobre el cambio en la estrategia de medios de McCain:"Current campaign aides and other Republicans who’ve closely watched the race, however, have a very different response to the media elites and good-government scolds: We don’t care what you think."
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