A mí el periodismo ciudadano me entusiasma tanto como a mi vecino el médico saber que he decidido operarme a mí mismo.
Dirán que ya me agrié y que mi ego profesional no me permite acoger está contundente tendencia que verá a todo los periodistas de patitas en la calle, o trabajando en los quirófanos del mundo.
Pero permítanme explicarme. Me encanta la idea de que cada día existan más plataformas en las que más gente pueda comunicarse con otros. Blogger, MySpace y YouTube son esfuerzos fascinantes – y hasta ahora democráticos – en donde cualquiera, incluido un periodista amargado como yo, podemos compartir ideas y contenidos, incluso los producidos por nosotros mismos. Vientos.
Pero me exaspera el afán por vender cada una de estas innovaciones como el fin del oficio del periodismo. Ya mataron a los periódicos y desde hace años Internet viene anunciando la desaparición de la profesión. Pero no es sino entusiasmo mal encaminado. Porque, en términos prácticos, el lector es el que decide qué medio quiere usar para recibir la información. A nosotros debería de darnos lo mismo o, como dicen los entendidos, debemos presentaros como “agnósticos de los medios” y comunicar la información por cualquier vía. Al final, lo que importa es el mensaje.
La vía es mera preferencia del usuario o lector. Terror debía darnos cuando acaben por extinguirse éstos – los lectores. (En muchos de nuestros países, primero habríamos de crearlos).
Como dije, me encanta que los “ciudadanos” tengan acceso indiscriminado y sin filtro para compartir sus mensajes (videos, textos, audio o lo que sea). Me parece fantástico que puedan compartir sus gustos y preferencias sin obstáculos más allá de la necesidad de tener acceso a estas tecnologías.
Sin embargo, los entusiastas del llamado “periodismo ciudadano” dicen que esta falta de filtro, o de “censura”, es justamente la ventaja que este fenómeno tiene sobre la forma en que los viejos periodistas hemos transferido la información hasta ahora. Otra cualidad, dicen, es la absoluta espontaneidad y libertad con la que se comunican estos mensajes en las plataformas abiertas disponibles actualmente.
Yo digo: Ja.
Es un problema semántico – de definición: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Sin duda, el fenómeno YouTube, Blogger y MySpace es impresionante, tan sólo por la magnitud de usuarios. Pero de eso a pensar que se está haciendo un nuevo tipo de periodismo es igual que pensar que yo, con un escalpelo en mano, puedo operar a mi vecino (el pobre vecino que resulta conejillo de indias de todos mis supuestos).
Si los instrumentos bastaran, una visita a Home Depot me haría el mejor constructor del mundo. Un sinnúmero de ampollas en mis dedos demuestran lo contrario.
Muchos se sorprenden de que estos “periodistas ciudadanos” (seguiré usando comillas porque el término me parece francamente estúpido) son amateurs y no tiene experiencia, y que esa es su mayor cualidad. Si a esas nos vamos, un gran porcentaje de periódicos en la historia han sido lo mismo, porque es extremadamente común, aún hoy, que los periodistas se hagan en la chamba (en el oficio) y que pasen de la escuela secundaria directamente a la práctica. Esta era la norma hace apenas una generación.
O sea, que periodismo ciudadano (sin comillas) lo hemos hecho siempre. Esta nota del Los Angeles Times da excelentes ejemplos de lo que me refiero, como la señora que recomienda “El rey león” como el mejor musical que ha visto en su vida (ha visto cuatro).
El error, creo, es tratar de entender un fenómeno fabuloso e innovador – YouTube, Blogger, MySpace, etc. – que, en corto, habla de una democratización del uso comunitario de los medios, confrontándolo a un oficio que, como cualquier otro, tiene sus estándares, reglas y, sobre todo, responsabilidades.
Hay infinidad de ejemplos de cómo se pueden manipular estos nuevos medios. Uno de los más exquisitos es el caso Lonelygirl15, en donde una actriz y dos productores hicieron creer al mundo que sus cortometrajes era el video diario de una adolescente. Para cuando se descubrió el embrollo, millones seguían las descriptivas anécdotas del personaje principal a través de YouTube.
Otro ejemplo delicioso es el de los llamados flogs (palabra acuñada por el reportero de MediaPost Tom Siebert): los blogs falsos que aparentan ser foros de temas de consumo pero que en realidad son creados por profesionales para promover algún producto. MySpace también está inundado de estas páginas con fines mercadológicos.
Entonces, qué queda: pues, como siempre, antes estos posibles malos usos del medio, empiezan a surgir las voces prestigiosas, la gente que sabe más que los demás porque se mete más a fondo a los temas, porque tiene acceso a mejores fuentes y porque sabe como relacionarse con estas fuentes para que no afecten la veracidad – antes llamada objetividad – de lo que están comunicando.
Los mismos periodistas hemos comenzado a usar los blogs como fuentes de información (verlo aquí). Pero, ¿cuáles usamos? Pues los mejores, los de los entendidos, los de la gente que algo tiene que decir, que lo dice bien y que sabe de lo que está hablando. O sea, fuentes fidedignas. No es sorpresa que en las listas de los mejores blogs sobre temas varios muchos sean de periodistas.
Porque, a fin de cuentas, aun estos periodistas ciudadanos amateurs quieren hacer el trabajo lo mejor posible. Como muestra un botón: aquí, la página Web IntranetJournal hace recomendaciones sobre como entrevistar a una persona. Entre ellas: “As a writer you want to ask interesting and original questions that will engage your interviewee and your audience, not simplistic and commonplace questions that you can find the answers to yourself with a quick Web search.”
¿Qué pasará? Pues que los mejores bloggers y periodistas ciudadanos, los que sigan haciendo más tiempo y lo hagan bien, se convertirán en fuentes prestigiosas, a las que la audiencia acuda. Pero sólo lo lograrán los que hagan el esfuerzo extra, haciendo un trabajo independiente, aprendiendo a lidiar con las fuentes y a investigar a fondo los temas. Lo mismo que ha pasado con todos los ciudadanos que un día deciden dedicarse transmitir información y hacerlo bien, ganándose la confianza del lector. Al final, eso es lo que todos los periodistas queremos. Bienvenidos al gremio.
jueves, 21 de diciembre de 2006
Bienvenidos al gremio
martes, 19 de diciembre de 2006
Más de NYTimes.com
Es fascinante y no falla: el reportaje más compartido hoy -- 19 de diciembre -- por los lectores del New York Times en línea es una lista de las 15 preguntas que las parejas deberían hacerse antes de casarse (ver nota aquí).
Es impresionante la popularidad de las notas de servicio, en particular las que hablan de las relaciones de pareja.
La lista de los más compartido es un buen -- más no único ni definitivo -- medidor de los intereses de los lectores. Me imagino que en muchas ocasiones cierto tipo de notas -- como la de hoy -- se comparten como una forma de hacer conversación o apuntalar un antiguo debate con los amigos.
En otro tema, el Times también publicó una nota sobre una familia de mexicanos en San Antonio, Texas (aquí). Siendo mexicano y habitante de San Antonio, no soy muy objetivo ante este tipo de reportajes. La nota dice que reporteros y fotógrafos (en plural) del NY Times pasaron una semana con la personaje principal del artículo, una mexicana que trabaja en una cafetería escolar y quien, a diferencia de sus familiares, ya tiene papeles. Mi objeción a esta nota son algunos de los artículos que usan en el texto y las cabezas ("turbulent life"; "does not... feel part of the of the larger American way of life her son embraces"; "she remains endlessly embroiled in the struggle to raise up her brothers and sisters"). ¿Por qué me molesta? Porque se puede escribir lo mismo de cualquier inmigrante en cualquier parte del mundo y, también, porque los americanos tienden a clasificar a los inmigrantes por generaciones, cuando en realidad el único inmigrante es el que llega primero (la madre en este caso). Comparan los hijos con la madre como si vinieran de dos realidades similares e insisten en creer que un inmigrante que reacciona con extrañeza al nuevo entorno es raro mientras que un inmigrante adaptado (el hijo que nació aquí, que no es ningún inmigrante) es lo aceptado. El problema, creo, es que estos reportajes parten de una idea preconcebida de que los inmigrantes son extraños. ¿Esta mujer vive lo que vive por venir de la pobreza y de una desventaja social o por ser inmigrante? Es muy cierto que la experiencia del inmigrante es única. Vivir en un lugar nuevo y ajeno y adaptarse a ese entorno trae consigo una serie de retos muy particulares. Pero ser inmigrante no es condicionate de marginalidad o enajenación, como pretenden los Samuels P. Huntingtons del mundo. Si los periodistas partimos de que la vida de la gente -- del rubro y experiencia que sea -- está precondicionada, entonces ¿para qué nos necesita la sociedad si todo y todos están predestinados?
lunes, 18 de diciembre de 2006
Con el permiso de Usted
Cuando veo que periódicos en Grecia reproducen la selección de la revista Time a “La persona del Año” no puedo sino sonrojarme, sobre todo por lo evidentemente popular – o populista – de la selección de 2006: “Usted”.
Bien por la marca Time. Ayer por la noche – 17 de diciembre – el ticker de CNN International – que pertenece a la misma compañía que Time -- repetía y repetía la selección. Yo, ilusamente, pensé que cuando decían “You” se referían a YouTube, el ya famosísimo sitio de videos en línea.
Como ya saben mis asiduos lectores – ja – soy un “late adopter” por lo que apenas hace unos días me metí a YouTube y disfruté muchísimo de tener a la mano entrevistas enteras de David Letterman a Bill O’Reilly, Johnny Depp, Borat y Lindsey Lohan (también tengo una vena farandulera). En menos de una hora, me chute estas cuatro entrevistas completas. Delicioso.
También me agradó encontrar material en español, grabado directamente de los televisores con videocámaras.
La elección de Time de Usted como la persona del año incluye a YouTube, pero también a MySpace y Wikipedia y todos los esfuerzos masivos en línea en donde la gente – usted – participa activamente para formar una comunidad.
No es algo nuevo: Napster lo hizo, masivamente, hasta que las disqueras terminaron por matar el esfuerzo comunitario. Probablemente lo mismo le pasará a YouTube.
Lo curioso que repliquen en Grecia estas designaciones puramente mercadológicas de revistas americanas es que ese galardonado ‘You’ excluye a la gran mayoría de griegos y, de paso, latinoamericanos y un gran porcentaje del resto del planeta.
A siete años de vivir en EEUU – y de haberme acostumbrado a hacer muchas de mis compras, actividades bancarias, reservaciones aéreas y búsquedas de información por Internet – me sorprende al aún bajo índice de uso de Internet en, por ejemplo, México. Conozco gente que hace sus transacciones bancarias o sus planes de viaje por Internet, pero la brecha de uso con Estados Unidos es enorme.
Con uso me refiero a eso: qué tantas cosas hace una persona en Internet a diferencia de hacerlas físicamente, in situ. Para poner un simple ejemplo, en EEUU no hay que ir a una sucursal bancaria a menos que uno quiera hacer un depósito personalmente. Puede comprar un boleto de avión, la entrada al cine, los juguetes de Navidad, todo, por Internet. Y, lo mejor del asunto, es que los usuarios se han acostumbrado a que estas transacciones son seguras y que las cosas llegarán a su destino.
Si los esfuerzos cibernáuticos tocaron pared en EEUU después del estallido de la burbuja en 2001, en América Latina murieron por completo. Después de Terra, EsMas, Patagon, Starmedia y esos grandes portales pan-latinoamericanos desarrollados a finales de los 90 y 2000 no ha habido un solo nuevo esfuerzo masivo para llevar información, servicios y comercio a los usuarios latinoamericanos.
Cierto: en YouTube hay material en español y en MySpace hay páginas personales de jóvenes latinoamericanos. Pero lo que no hay es un esfuerzo en la región por desarrollar las ideas y los conceptos que pudieran servir bien al usuario de cada uno de los países de la zona. El impulso se agotó y no veo señales del multisobado Web 2.0 en América Latina.
O sea que ese You es eso, un Usted en inglés que no incluye ni a mexicanos ni a griegos, sino a un grupo de gente que se está distanciando más del resto del mundo en el uso de esta tecnología en su día a día.
viernes, 1 de diciembre de 2006
Lector querido
Estoy en el honorable negocio de la información. Como usted y yo sabemos, querido lector, nuestra misión es hacer llegar estos contenidos a ávidos lectores en todo el mundo. ¿Qué cómo la hacemos? Pues publicando nuestro material en distintos medios y cruzando los dedos para que esos vehículos mediáticos lleguen a las manos correctas.
Ahora, a lo que voy. Me dedico a esto, pero haciendo un “soul search” (se traduce libremente como “búsqueda en el alma”), me doy cuenta que soy un terrible consumidor de medios informativos. Malísimo, lo confieso.
Vean:
Número de diarios (en papel) a los que estoy suscrito: 0
Número de revistas a las que estoy suscrito: 0
Número de diarios en papel que compro – o recojo si son gratuitos -- al mes (que no sea por trabajo): unos 4 (total mensual).
Número de revistas que compro o leo al mes (igual, que no esté obligado por trabajo): 1
Número de websites que leo al día: 3, en promedio. A veces más.
O sea, que soy un consumidor de medios digitales.
Sorprendente, si pienso que hace 10 años no había abierto una sola página de Internet (soy lo que los conocedores llaman un “late adopter”). De hecho, no hice una sola tarea de la universidad en computadora. Usaba máquina eléctrica.
Ahora, aun cuando soy un consumidor asiduo de noticias en Internet, lo cierto es que leo los mismos sites casi todos los días: Nytimes.com (para enterarme), CCN.com (para breaking news), Reforma.com y Eluniversal.com.mx (para apenas hacer un compendio de lo que pasa en México con los retratos parciales que ambos diarios hacen del país).
Por supuesto, a veces leo otros sitios.
Nada más hay que pensar en la infinidad de posibilidades que existen y resulta que el lector promedio se aboca a muy pocas de esas opciones. Por eso, hay que ganarlos: porque escogen con pinzas lo que quieren leer y a quien quieren darle su tiempo y lealtad; experimentan poco y difícilmente cambian; esperen siempre lo mismo pero al mismo tiempo quieren exquisitas sorpresas; no perdonan la mediocridad ni los malos tratos (aun cuando algunos de nosotros estamos condenados a leer medios que no nos encantan); y difícilmente vuelven si se van.
Así que, querido lector, cuide a sus lectores si es que aún le quedan algunos. Porque lo que está muriendo no son los periódicos, sino los lectores de periódicos.
martes, 28 de noviembre de 2006
Fíjate qué suave
Esta frase la hizo famosa un personaje del cine mexicano de los 50 llamado Manolín. Cuando algo le gustaba o estaba de acuerdo con un punto, le decía a su compinche Schellinsky (que se lee Chi-lins-ki): “Fíjate qué suave”.
En el periodismo, el término ‘soft’ (suave) se ha usado para referirse a todo aquello que no es ‘hard’ (duro).
Fíjense qué suave: lo suave es lo que no es duro. O sea, que todo aquello que no sea sobre política, economía o crimen – en términos generales, las cosas que supuestamente son importantes – es suave, o frívolo, de una categoría menor.
Los americanos – que nos guste o no, a veces están un paso adelante – han dado un vuelco a esta categoría y la han transformado en “service journalism”. Exceptuando la cobertura de entretenimiento y deportes – temáticas que aunque son consideradas ‘suaves’ se les ha brindado un tinte de seriedad por la gran audiencia y negocio que atraen – el periodismo de servicio abarca todo lo demás: salud, educación, consumo, finanzas personales, nutrición, tecnología, viajes y un largo etcétera. La meta, como el nombre lo dice, es proveer un servicio al lector. Qué sean notas útiles – utilizables; por eso también se le conoce como “news you can use”.
Un ejemplo claro y sencillo es la sección Personal Journal del Wall Street Journal, lanzada recién en la década de los ceros. Siendo la mayor y mejor expresión de este tipo de periodismo, ha tenido una excelente respuesta de los lectores. Aunque no fue la razón detrás del lanzamiento de una sexta edición semanal del Journal – los sábados – la edición sabatina sí tiene un alto componente de servicio. Entre otras cosas, qué hacer con tu dinero y, sobre todo, cómo gastarlo.
El New York Times también lo hace bien. La mejor muestra del éxito de este tipo de reportajes es lo mucho que los lectores de su versión online los comparten entre sus conocidos (según los rankings de “most emailed articles”). Esta semana – noviembre 28 – uno de los artículos más compartido es sobre la alta demanda universitaria de ciertas carreras asociadas con altos ingresos (ver nota aquí). Otra: Los servicios gratuitos que puedes bajar y usar con tu celular (nota aquí).
¿Qué pasa en América Latina que estos temas siguen siendo tratados como si fueran de segunda categoría? Mientras que en EEUU – país del consumo – las notas sobre las ventas de Thanksgiving son tan preponderantes en esas fechas como el mismísimo pavo(ver la nota del Times, que celebra el repunte de las tiendas departamentales sobre tiendas tipo Wal-Mart, una tendencia que el mismo diario había detectado hace apenas una semana ), diarios como el mexicano Reforma publican una nota sobre el “shopping” como si fuera un acto frívolo al que solo los extraterrestres se entregan. Rumbo ha publicado un sinnúmero de notas que muestran la importancia del consumidor mexicano en las economías de Houston y San Antonio. Los $1,800 que cada familia mexicana gastan por persona cada vez que visitan San Antonio no son cuestión de risa. Incluso, gracias a una consulta a Mexicana de Aviación, fue fácil descubrir que un porcentaje importante de mexicanos que viajan a San Antonio vuelven a su país con maletas pasadas de peso – un gran negocio para la aerolínea. Lo interesante es que esas mismas maletas llegan a Texas vacías, fenómeno que el diario tildó el de los visitantes “de las maletas vacías” (ver nota).
En contraste, la nota que menciono del Reforma dice (cito porque no se puede entrar al sitio Web, porque es de paga): “Su meca favorita de consumo siguen siendo los Estados Unidos y no les importa pasar penas por inmigración, ni gastar las suelas de sus zapatos y muchos dólares, ni llevar largas listas de encargos de amigos, con tal de satisfacer su insaciable gula por adquirir”. Puros lugares comunes que sin dejar de ser ciertos no informan al lector ni ponen en su verdadera dimensión el gigantesco nivel de consumo de los mexicanos en Texas.
Este otro párrafo de la nota del Reforma confirma lo que dijo a Rumbo la aerolínea, pero sin reporteo y sin una fuente real o ejemplos concretos el texto no pasa a ser una mera generalización: “Ellos van a lo que van, por eso viajan ligero, al menos cuando parten. Suelen empacar como si fueran "Matrioshkas", dos mudas en una bolsa, que a su vez está dentro de otra valija que fue metida en una maleta "super size". O sólo llevan un "neceser", pues el set de maletas más "trendy" espera por ellos. Si les llegara a faltar espacio, dejarán en el hotel las pertenencias viejas para dar cabida a las nuevas”.
Ninguna cita, ningún dato concreto ni un personaje a través del cual contar la supuesta tendencia o que refleje el fenómeno. Aire, pues.
En fin, que si el tratamiento de las notas suaves se hace con suavidad y frivolidad, se quedarán estancadas en lugares comunes, generalizaciones y difícilmente les servirán de algo al lector. Fíjense qué suave,¿no?.
sábado, 18 de noviembre de 2006
Medias tintas
Recién me entero que el site de El País de España ya no es de paga. Mi caso es un buen ejemplo de lo que puede suceder cuando se cierra una página de Internet de noticias: siendo un asiduo y regular lector, dejé de visitar el sitio por completo después de que se convirtiera de paga a finales de 2002. Me dicen que El País lo volvió a abrir meses después de la medida, pero yo apenas vuelvo este mes. ¿Cuánta gente más seguirá pensando que hay que pagar por leerlo en línea?
En una nota que hice junto a varios compañeros del WSJ Américas en diciembre de 2002, Mario Tescón, director de contenido del país.es en ese entonces, nos dijo: “Nosotros teníamos claro que nos teníamos que ir a un sistema de pago si queríamos desarrollar un periódico de calidad y era necesario obtener ingresos adicionales a la publicidad”.
Hoy, elpaís.es es el segundo sitio en España, detrás de elmundo.es. Y aunque ha recuperado terreno después de reabrir su página (ver nota) será difícil remontar, ya que los españoles ubican muy bien a El Mundo como líder en el ciberespacio de noticias ibérico.
viernes, 17 de noviembre de 2006
Dinerito habla
Interesante lo que está pasando en el mundo de los medios en EEUU. Ayer -- 16 de noviembre -- se anunciaron dos gigantescas operaciones de compra de compañías de medios por grupos de capital privado (private equity firms). Los negocios incluyen la compra de Clear Channel Communications -- con sede en mi pueblo, San Antonio -- por $26,700 millones de dólares (más del triple de los $8,000 millones que US Airways ofreció por Delta el mismo día) y $2,400 millones por la existosa casa editorial Reader's Digest (leer nota aquí). Un grupo similar adquirió la gigante Univisión hace unos meses. ¿Qué significa esto para los medios de comunicación? Más exigencia de rentabilidad y más recortes, porque estos grupos no entran para administrar los negocios sino para venderlos al corto o mediano plazo con una ganancia significativa. Pero, al mismo tiempo, esto indica una cierta salud y subvaluación de la indsutria, ya que el capital privado está adquiriendo estas empresas porque ven una buena oportunidad de hacer dinero, lo cual indica que la industria no está del todo mal -- con rentabilidad de hasta un 25% anual-- lo cual confirma que los rumores de ocaso del negocio no son sino puro humo. El negocio, simplemente, está cambiando de plataformas monomedia a plataformas multimedia.
jueves, 16 de noviembre de 2006
Otras cosas molestas
Volviendo al tema de las cosas molestas en los websites de noticias, están son algunas otras que considero entorpecen la lectura o que simplemente vuelven locos a los lectores neuróticos como yo:
1 - Tener que registrarse o que el site no recuerde mi nombre de usuario -- y, por ende, tener que registrarme para cualquier acción, como mandar un artículo por email.
2 - Tener que llenar todos los campos de un email para poder enviar un artículo.
3 - Que me abra otra pantalla cuando hago clic en un artículo.
4 - Que el campo de búsquedas (search) no funcione o sea demasiado complicado -- exigiendo varias palabras clave. También, que no distinga una frase (muertes en Irak) y en cambio dé resultados de cada una de las palabras (todas las notas de muertes y todas las notas de Irak).
5 - Los anuncios que aparecen sobre las noticias; los anuncios que aparecen cuando abro una página (pop ads) y los anuncios antes de los videos (como comerciales de TV). Entiendo la necesidad de tener publicidad en Internet, pero aún está por descubrirse la publicidad que no haga de la lectura una odisea.
6 - Las notas demasiado largas -- que exigan mucho "scrolling" -- y las notas divididas en más de dos páginas.
7 - Las funciones interactivas descompuestas o que requieran descargas de software muy especializado.
8 - Los sites con notas viajas o PDFs caducos (como tener la portada de hace dos días).
9 - Los sites que por dar una noticia antes que nadie -- breaking news -- dan la nota mal e incompleta. Mejor tarde que mal.
10 - Los sites con una introducción en flash. ¡Por favor!
Lectura recomendada
Les recomiendo inmensamente que sigan la serie del New York Times en donde los lectores le hacen preguntas al equipo editorial del periódico. Esta semana -- noviembre 16 -- le toca turno a Jill Abramson, la Managing Editor, que habla de cómo le han afectado al Times los recortes a los presupuestos en las redacciones en EEUU, entre otros temas.
miércoles, 8 de noviembre de 2006
¿Heroísmo inútil?
Finalmente, como era de esperarse después del despido del Publisher hace poco, el editor en jefe de The Los Angeles Times ha sido despedido. La nota del NY Times lo explica mejor. Aunque Dean Baquet, según la nota, llamó a editoresde otros periódicos a resistirse a la embestida de los corporativos, la pregunta es qué tanto pueden hacer los editores para proteger a sus redacciones. Ojalá los editores puedan volver a preocuparse de temas editoriales más allá de la demanda de sumar o restar cabezas de sus staffs.
jueves, 2 de noviembre de 2006
Aleluya
Si alguna vez les ha molestado algo de tal forma que ni ustedes se lo explican (¡por qué caramba no le pone la tapa a la pasta de dientes!), entonces entenderán mi alegría.
Hoy, finalmente, la página web de The New York Times presentó una versión mejorada de su administrador de videos. Esta excelente herramienta -- que el diario en línea presentó como parte de su reciente relanzamiento -- tenía el gigantesco defecto de ser difícil de dilucidar. Consta de una pantalla debajo de la cual hay un menú de cuatro videos. Antes, era complicado relacionar lo que aparecía en la pantalla con el menú por dos simples razones: no quedaba claro a qué video del menú correspondía la selección de la pantalla y, tampoco, se entendía cuáles eran las opciones del menú (debido, principalmente, al que los títulos de los videos eran muy pequeños). El NY Times ha resuelto ambos problemas añadiendo una flechita que apunta desde la pantalla a la selección correspondiente del menú y poniendo un título -- y una explicación -- de mayor tamaño en cada video. Amén por las soluciones sencillas.
Si ustedes han encontrado algún problema que los vuelve locos en las páginas Web por las que navegan con frecuencia, por favor compártanla con todos en este espacio.
viernes, 27 de octubre de 2006
Perversa división
Un debate interesante – si no nuevo – es el supuesto enfrentamiento entre el proceso editorial “content driven” contra el “design driven”. El conflicto nace de esa ociosa percepción de una redacción como un ente dividido en dos: por una lado el área de diseño, compuesta por diseñadores, ilustradores y editores de foto, y por el otro el área editorial, compuesta por editores y reporteros. Esta división es percibida más fuerte en periódicos porque la periodicidad de las revistas permite una colaboración más estrecha de ambas áreas y que se desarrollen plenamente sin depender constantemente una de otra.
Un proceso diario es diferente. Quienes hemos estado – vivido – en un diario sabemos que ciertas decisiones de proceso afectarán los horarios de la redacción. Esto es aún más cierto en términos del sistema de edición que se haya elegido o con el que se cuente. Los sistemas de edición – o Content Management Systems, CMS, en el lingo internacional – pueden determinar en gran medida cuál de las dos filosofías imperará en la redacción: la de un proceso dominado por el diseño, o un proceso dominando por la edición.
¿Cuál es la diferencia? En términos prácticos, toda redacción, aún la más radical – para el lado que sea – ejecuta ambas funciones, aunque no lo sepa. Todo periódico, incluso el más estéticamente errado, tiene diseño. Y en todo diario se edita, a pesar de los editores. Cómo siempre, los extremos ayudan a comprender la dicotomía. Un diario donde impera el diseño es aquel en el que todas – el 100% – las páginas de la publicación se diseñan todos los días. Hace poco conocí un caso en donde incluso la cartelera de cines se diseña, partiendo cero, cada día. Por supuesto, usan una paleta de estilos única, que no renuevan diariamente y tampoco la estética del diario cambia todo el tiempo. Pero en un proceso así, los editores y reporteros están supeditados a que los diseñadores hagan su trabajo para que ellos después vacíen la información en las páginas diseñadas; también, en un proceso así, es muy común que algunos cambios editoriales (recorte de textos, titulación) se hagan directamente en las computadoras de los diseñadores – éstas son redacciones dominadas por Macs – y que mucho del trabajo editorial – como la corrección de estilo – se haga en papel. En conclusión, es un proceso donde la estética domina sobre el contenido.
El otro caso es cuando en una redacción los diseñadores esperan a que redactores y editores hagan su trabajo; incluso, hay redacciones en donde los editores seleccionan páginas prediseñadas en un catálogo y vacían sus contenidos directamente ahí. El trabajo del diseñador – o paginador, como aún les llaman en muchos lados – se reduce a “embellecer” la página presideñada. Hace poco conocí una redacción con un solo diseñador y en donde los editores y paginadores eligen todos los días de un catálogo de 300 páginas, a las que les hacen pocos ajustes. Prácticamente no se diseña nada nuevo.
Por supuesto, a ninguna de ambas partes – diseñadores y editores -- le conviene o beneficia un proceso u otro. De hecho, hay que empezar por dejar de hablar de dos áreas dentro de una redacción. La redacción es una, donde la meta es común a todos. El proceso ideal es donde diseñadores – o informadores visuales, como gustan llamarlos en países, como España, donde periodistas son los que hacen este trabajo – trabajan estrechamente con los editores y reporteros en la planeación y ejecución visual de sus páginas. Si es cierto que una foto habla más que mil palabras y una infografía habla más que mil fotos, el trabajo del diseñador es tan informativo como el del reportero y esa es la postura correcta ante esta importantísima función dentro de una redacción. Una página bien diseñada, un paquete gráfico que incluya buenas fotos e infografías relevantes, es extremadamente valioso. Para lograrlo, junto con un proceso exhaustivo de edición – al estilo americano, donde cada capa o etapa de edición debe enriquecer el texto (un texto pasa por hasta seis rondas de edición en diarios como el WSJ) debe haber un proceso minucioso de planeación visual y la flexibilidad necesaria para editar el texto tanto como sea necesario, en los tiempos correctos. Si los miembros de las redacciones no nos comprometemos a lograr esto, entonces no nos sorprendamos que se hable de la muerte de los periódicos.
jueves, 5 de octubre de 2006
Justificaciones
Esta nota de AP, publicada hoy, es interesante en cuanto el intento por explicar por qué el periodismo en español en EEUU no tiene la misma calidad que el periodismo en inglés.
Pero olvida mencionar varias cosas:
1 - Los sueldos de los periodistas en castellano, en general, son menores que el de los periodistas en inglés.
2 - Las redacciones son mucho más pequeñas, por lo que los periodistas en castellano escriben muchas más notas a la semana. Esta stiuación no permite practicar periodismo de investigación o de largo aliento, el tipo de notas generalmente relacionadas con calidad y exclusivas.
3 - Ciertamente muchos de los periodistas vienen de América Latina, donde hay diferentes estándares y donde aún es común que el gobierno o las empreas tengan una influencia sobre lo que se publica. Pero también es cierto que los mejores periodistas, los más capacitados y comprometidos de las redacciones en español en EEUU, son justamente los que vienen de Latinoamérica. Ojalá pudieramos llenar esas redacciones de gente así, pero no es el caso por cuestiones migratorias y porque muchos de los mejores periodistas prefieren quedarse en sus países, donde pueden practicar un periodismo de relevancia y no de minorías.
4 - Ni las comunidades ni los anunciantes exigen calidad, y en muchas ocasiones ni siquiera la notan cuando existe. Incluso, la comunidad y los anunciantes piden un tipo de periodismo facilón y condescendiente, porque no esperan objetividad ni combatividad de los medios en español. Es culpa de los editores que esta visión se haya perpetuado.
5 - También es cierto que los medios impresos en español están cambiando. No existía un camino profesional para los periodistas en español, ni centro de capacitación en ese idioma ni tampoco una clara necesidad fuera de los grandes centros -- como Miami, Nueva York o Los Angeles. Está por verse cuál es el verdadero nivel que los medios en español pueden alcanzar. Pero si las grandes empresas siguen publicando traducciones mediocres de sus títulos en inglés y si las casas editoriales en español siguen menospreciando su mercado, el panorama no es muy prometedor.
miércoles, 4 de octubre de 2006
Lo más compartido
Muchas páginas Web de diarios en EEUU, Latioamérica y el resto del mundo ofrecen listados que muestran las preferencias de sus usuarios. Los tres tipos de listas más comunes son 1) Lo más compartido (Most emailed) 2) Lo más leído y 3) Lo más buscado.
Intento monitorear religiosamente estas listas porque son un recurso inconmensurable para los editores: nos dicen lo que le interesa y le gusta a la gente.
Sabemos que es un peligro ceder a la "tiranía" del lector: no siempre lo que es importante es equiparable a los gustos de la audiencia. A veces, como la medicina, lo necesario no sabe del todo bien. Muchos piensan que esta actitud de doctor de familia muestra un dejo de arrogancia de parte de los editores. Pero, esos críticos pierden de vista la función social del periodista. Si sólo damos lo que los lectores quieren y lo que les gusta, entonces ¿Para qué estamos?
Si una de nuestras funciones es develar la novedad de la información y los secretos del poder, entonces por definición el público desconoce aquello que nosotros consideramos que es importante informarles. Es nuestra función decirles lo que supuestamente desconocen.
Pero, volvamos a las listas en Internet. Si bien es extremadamente difícil deducir los gustos generales del público con estos medidores (no por nada Netflix, la empresa de envíos de DVDs en EEUU, está ofreciendo un millón de dólares a quien mejore su sistema de deducción de preferencias; aquí la nota), si he notado algunas tendencias que dan luz sobre lo que le interesa compartir a la gente.
La más reciente se refiere al poder de las historias. Ayer, el New York Times publicó una crónica de uno de sus editores que sobrevivió a un choque a mitad de vuelo entre dos aviones. Es una historia fascinante y poderosa, así que no me sorprende que hoy haya amanecido como la más compartida entre los lectores del Times. La moraleja ahí es que si la nota es interesante, está bien escrita y es relevante, los lectores van a pensar lo mismo. Una historia -- coyuntural -- bien contada nunca falla.
En junio sucedió algo que incluso me llevó a escribirle al Times a pedirles su opinión sobre el asunto. Una nota sobre relación de pareja (la encuentras aquí) se mantuvo durante días como una de las más compartidas por los lectores. En la semana del 19 de septiembre, otro reportaje similar estuvo en la lista una semana entera. El primero, un tanto controversial, habla de como la forma de entrenar a la ballena Shamu por los veterinarios de Sea World le ayudó a lograr que su marido ayudara más en la casa. El segundo habla de los problemas que puede tener una pareja por dormir juntos, y cómo solucionarlos. Ambos son artículos de servicio.
Lógicamente, la gente comparte reportajes que sabe le pueden interesar a sus conocidos, familiares y amigos y, en mi caso, sobre temas que he discutido con ellos o que sé que les son de especial interés. Generalmente, las notas de servicio caen en esta categoría, porque son reportajes que llevan a la gente a tomar una acción o a cambiar o mejorar algo en su vida y, por ende, se prestan a ser compartidas.
martes, 3 de octubre de 2006
El ojo -- y buen ver -- del amo
Juan Francisco Ealy Ortiz, Presidente y Director General de El Universal de México, logró hoy la difícil hazaña de aparecer en dos ocasiones -- en dos fotografías distintas -- en la primera plana de su propio diario (ver PDF aquí).
Ealy ha sido mencionado prominentemente en las páginas de su periódico en los últimos días debido al aniversario de la publicación y a su participación en la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa en la Ciudad de México.
En la edición del pasado domingo, por ejemplo, Ealy apareció en una foto en un caluroso abrazo de grupo con Vicente Fox, presidente de México, la primera dama Marta Sahagún y la Sra. de Ealy, publicada dentro de una sección especial dedicada al 90 aniversario del diario.
¿Qué opinan sobre este uso del medio?
Bajas expectativas
Como algunos ya sabrán, hoy -- 3 de octubre -- se anunció la renuncia de Jesús Díaz Jr. como Publisher (título que no tiene traducción al español) de The Miami Herald y El Nuevo Herald. Díaz estuvo en medio de una tormenta desatada por el despido de dos periodistas y un colaborador de El Nuevo, quienes durante años habían aceptado pagos por participar en transmisiones de Radio y TV Martí -- estaciones financiadas por el gobierno de EEUU.
Como parte del anuncio, Díaz se retracto de los despidos y concedió amnistía a los tres periodistas (ver nota de The Miami Herald aquí) y dijo también que una investigación interna había descubierto a otros seis periodistas que recibían pagos de la misma fuente.
Díaz alude a una "zona gris" como razón para haber revertido su decisión. Esto se refiere a la poca claridad en los estatutos de ética comunicados a los periodistas y, también, a la aparente autorización que recibieron de un ex ejecutivo para realizar esas actividades. O sea, que nadie sabe y nadie supo.
Yo no tengo una opinión del asunto porque, de entrada, los hechos son brumosos y no tengo información de primera mano.
Pero este párrafo llamó mi atención:
"Many critics, including some in the El Nuevo Herald newsroom, contended that the actions taken by Díaz were too harsh and too hasty, especially considering the public nature of the journalists' broadcast work and a style of advocacy journalism sometimes practiced by Spanish-language newspapers."
No sé a qué se refiere con "a style of advocacy journalism sometimes practiced by Spanish-language newspapers", pero supongo habla del afán de los diarios en español por plantarse como defensores de todo y todos los que tengan un origen latinoamericano, sin condiciones.
En el caso del Nuevo y de Miami es fácil apuntar el dedo índice hacia la comunidad cubana, que abiertamente ha abogado por la partida de Castro y, evidentemente, está a favor de una cobertura periodística abiertamente crítica hacia su régimen.
Sin embargo, yo prefiero ver esa generalización como una crítica a la falta de profesionalismo en los medios hispanos en EEUU. Y, se preguntarán, ¿de dónde saco esa conclusión? Pues de la percepción general de estos medios como órganos poco profesionales, manipulables y al servicio de intereses.
Los anunciantes y las fuentes -- tanto organismos del gobierno como organizaciones de la "comunidad" -- no sólo esperan una cobertura beneficiosa, la exigen. Los hemos acostumbrado a que los medios en español somos porristas de sus actos. Si se apellida Gómez, o López, o está a favor de la inmigración -- aunque sea para explotar a otros seres humanos -- entonces tenemos que hacer un ejercicio de adulación con tinta y papel.
Falta una actitud crítica, equitativa y justa hacia las fuentes y los temas. Falta una mayor profesionalización (71% de los periodistas hispanos dicen que sus empresas no tienen programas de capacitación, según esta encuesta de la NAHJ) y la necesaria libertad que viene de trabajar para empresas éticas, que no tengan una agenda.
Insisto, desconozco los detalles del caso Nuevo Herald, pero me invita a una reflexión sobre el papel de los medios en español dentro de sus comunidades.
Porque, si nos seguimos presentando ante la comunidad como "cheerleaders" de intereses y agendas, entonces después no nos sorprendamos cuando esa misma comunidad nos jale las orejas cuando queramos dejar el papel de porristas y madurar como medios.
viernes, 22 de septiembre de 2006
Ventas, movimientos y ronroneos
Los anunciados recortes -- y la rebelión subsiguiente -- en Los Angeles Times fueron una premonición de la venta de algunos o todos los activos de Tribune (ver nota del NY Times). Uno que no menciona el reportaje del NY Times es la cadena de diarios Hoy , con presencia en Chicago, Los Angeles y Nueva York y una de las más recientes cadenas de diarios que han pasado del formato pagado al gratuito.
Como recordarán, Hoy también fue parte de un escándalo de circulación junto con su publicación hermana en Nueva York, Newsday. El diario en español mostró impresionantes números de venta en sus primeros meses en las calles de Nueva York, números que muchas empresas usaron como ejemplo del potencial de la prensa hispana para conseguir financiamiento para proyectos nuevos. Al tiempo, Hoy se vio forzado a recortar sus estimaciones de circulación en un 50% y algunos de sus ejecutivos fueron procesados legalmente por inflar descaradamente los números. Curiosamente, Newsday fue uno de los medios que cubrió el escándalo con mayor agresividad (ver una de las notas).
Si bien estos escándalos fueron una gran estocada al mini boom de los medios impresos en español en EEUU, la posible venta de Hoy será una primera señal de la dirección que tomarán estas publicaciones después de la micro consolidación liderada por Tribune e Imprimedia.
La gran pregunta ahora es, de estar a la venta Hoy, ¿quién podría estar interesado? El primer candidato y primer descartado es el mismo Imprimedia, que ya tiene publicaciones en los tres mercados donde opera Hoy. Ni Univisión ni Telemundo han dado la mínima indicación de querer entrar en el mercado de los medios impresos y las casas editoriales grandes -- como Knight Ridder -- se están desbaratando y con ellas sus títulos en español. Y ahora, ¿quién podrá defendernos?
martes, 19 de septiembre de 2006
Grito de calidad
Esta columna salió publicada en Marketing y Medios de septiembre.
A couple of years ago, while giving a speech to a group of NAHJ members in Harlingen, Texas, weeks before the launch of Rumbo del Valle, a reporter asked me why was a Spanish-language newspaper needed in the area. Looking at a restaurant menu in front of me, I noticed it included ceviche, which was described in English as “Mexican sushi.”
“It is necessary”, I said, “for all the people who already know what ceviche is.”
The fact that the daily was going to be in Spanish wasn’t nearly as important as the fact that we were working toward bringing relevant information to Spanish-speaking immigrants in that part of the country.
Unfortunately, the age-old discussion about language preference among Hispanics still shapes the debate about what Latino print media should be. Should the publication be in Spanish, English or bilingual?
Even for publications that focus on one of the preferred languages, there are plenty of challenges. For one, education levels among groups of Latinos are a big obstacle to finding readers. (While 25% of all people of Mexican origin 25 years or older have an education of some college or above, only 14% of foreign-born Mexicans had a similar level of education, according to the Census.)
Thus, beyond the chicken and egg discussion of language, one of the real challenges for editors and journalists of Spanish-language publications is the way to approach the different socioeconomic and educational backgrounds, the obvious cultural differences among groups, and the newly adopted set of needs borne from being new to this country. For the most part, a publication aimed to recent arrivals has to focus on service oriented journalism that helps navigate the new country without alienating them from their homeland.
Unfortunately, many Hispanic publications are only half-baked products translated from mainstream publications that barely understand the market and write about Hispanics, and not for them. A recent search in Google News for the word Hispanic showed among the first query results a story from a Virginia Web site stating that “Latino signifies someone from the Americas, and Hispanic denotes someone of European” descent. A New York Times review of the movie ‘Quinceañera’ explained that it is “the traditional ceremony that celebrates a girl’s official passage into womanhood at 15.”
While these efforts to understand Latinos are commendable in mainstream media, it is pathetic to find them in publications supposedly geared toward foreign-born or US-born Latinos. How many stories on quinceañeras, charros and Day of the Dead can a reader bear? Put other way, how would an English-speaker react to a description of a hamburger -- a meat patty sandwich very popular among Americans?
One reason for this lack of relevance in Latino coverage, according to several editors and academics I spoke to, is that Spanish-language print media hasn’t been able to find the resources and apply the standards that govern the work of English print media. Hispanics publications are born to an environment of prejudice, where both readers and advertisers are convinced that the product is mediocre, even before they read it. Sometimes the publications feed these misconceptions with low quality journalism, lack of training and a limited a career path for Spanish- speaking professionals in the US.
But Spanish-dominant readers do care about quality: they obsess about proper language usage and accuracy related to their favorite topics. Unfortunately, when there’s quality, it often goes unnoticed, especially by non-Spanish-speaking publishers, salespeople and advertisers. How to achieve quality? Sure, money helps. But also well-trained personnel are needed to put out a mistake free, interesting and relevant publication. If media outlets want quality, they should shy away from half-baked products and mediocre translations. As my longtime friend and syndication guru Gary Neeleman likes to say, prepackaged products don’t work.
Hispanic media has the edge when it comes to Latino-specific interests. But few publications really build on this advantage, making it seem that in most cases they’re condemned to be a sub-product of their mainstream media counterparts.
Media outlets need to show commitment to the market, because what readers want is good, tasty ceviche, and not culturally-confused and inaccurately translated Mexican sushi.
lunes, 18 de septiembre de 2006
Morder la mano que nos alimenta
Los recientes reportes acerca de la vigilancia a la que Hewlett Packard, la empresa de sistemas con sede en California, sometió a los reporteros que cubren la empresa (ver nota aquí) invita a hablar de una de las relaciones más complicadas en el mundo editorial: la de los medios de comunicación con las empresas – principalmente las que son sus anunciantes.
Durante décadas, muchos periódicos mexicanos vivieron de la inversión publicitaria del gobierno. Aun hoy, el dinero que algunos diarios y medios electrónicos reciben de diversas entidades gubernamentales compra coberturas preferenciales y espacios editoriales. Es una relación perversa que, aunque no se ha ventilado ni investigado apropiadamente, se conoce bien. Basta, a veces, con abrir un diario y ver qué proporción de anuncios del gobierno contienen sus páginas publicitarias para intuir cuán dependiente es de la publicidad oficial y, por ende, cuán estrecha es la relación.
Sin embargo, algo de lo que se habla aun menos es de la relación de los medios de comunicación con los anunciantes “privados” (pongo comillas porque muchas de estas empresas son, técnicamente, públicas, porque cotizan en bolsa y tienen una responsabilidad ante sus accionistas y ante la sociedad).
Evidentemente, el caso de HP habla más de la paranoia y poderío de algunas megaempresas estadounidenses que de corrupción o autocensura periodística. Pero es un indicativo de los recursos que los conglomerados modernos tienen y de la desventaja en la que se encuentran muchos medios frente a ellos. La mayoría de las grandes compañías dan cursos y talleres a sus ejecutivos de relaciones públicas para aprender a lidiar con la prensa y enseñarles a comunicar el mensaje que a la compañía le conviene. Están mejor preparados para lidiar con los medios que los periodistas para lidiar con ellos.
Asimismo, las empresas están mucho mejor preparadas para exigir coberturas preferenciales y para presionar a los medios para obtener coberturas positivas, que las empresas de comunicación para defender sus coberturas y a sus periodistas de esta presión.
Y aunado a una falta de preparación y falta de misión periodística – sobre todo de las empresas más pequeñas, como los diarios hispanos en EEUU – los dueños de los medios están más dispuestos a ceder ante las presiones – o, simplemente, censurar ciertas coberturas – que a publicar información para el bien público. Y, ¿por qué no?, ante la lógica de ¿quién muerde la mano que la da de comer?
O, como me lo plantearon en uno de mis primeros trabajos, “a los anunciantes ni con el pétalo de una rosa”. Pero cuando esos anunciantes son empresas con miles de empleados y liderazgo en su sector, en ocasiones este poderío se manifiesta con prácticas monopólicas, fraudes fiscales y abusos diversos que afectan directamente a los consumidores – los mismos consumidores que son nuestros lectores. Y es la obligación de los medios reportearlo con el mismo afán con el que se cubre la corrupción gubernamental.
Claro, cuando se depende de un solo anunciante, sector o industria – como el gubernamental o la tabaquera – los dueños y ejecutivos de los medios la piensan dos veces antes de publicar una nota de investigación sobre fraudes o malversación – o cualquier artículo sobre su anunciante que no lo haga ver reluciente. Una de las formas de evitar esto es que los medios procuren fuentes diversificadas de ingresos y que tomen conciencia que el mayor activo de un medio de comunicación – aun más que los anunciantes que representan su mayor fuente de ingresos – son la independencia y credibilidad. Otra forma es que cubran cualquier noticia de interés público con equidad de interés y recursos, independientemente de si uno de los involucrados es un anunciante y procurar la división iglesia – estado: que las áreas comerciales y editoriales trabajen juntos pero no revueltos, sin duda el mayor acto de malabarismo para editores y ejecutivo. Es una relación inevitable y de la que depende la supervivencia del medio, pero es una relación que se tiene que estar analizando, discutiendo, puliendo, debatiendo y observando constantemente.
¿Y los editores y periodistas? Que se aseguren que sus notas – todas sus notas – están bien sustentadas, reporteadas, equilibradas y que sean justas, buscando el bien público y no la defensa de intereses particulares. Porque, si se escribe sobre un anunciante, hay que estar seguros que habrá consecuencias, la menor de las cuales es que ese anunciante retire la pauta publicitaria. Por eso – por el bien de la credibilidad y la independencia – cuando se dé una situación que involucra a un anunciante, hay que cubrirlo y hacerlo bien.
Para terminar, me robo este párrafo de este excelente artículo del LA Times:
There's a simple truth at work here: A newspaper that is indifferent to its bottom line goes out of business; a newspaper that thinks only of its bottom line has a business that isn't worth saving.
viernes, 15 de septiembre de 2006
Resumen del resumen
Me pareció interesantísimo este nuevo recuerso de CNN.com llamado Story Highlights. Es un resumen, en bullets points, de la historia detrás de la nota, dando un poco de contexto. Es, por otra parte, el colmo de la hipersintetización de las noticias. Curiosamente, las dos notas que lo traían hoy, 15 de septiembre, eran sobre asesinatos (vee las notas aquí y aquí).
Centavos de a peso
Ya era hora que un editor planteara una posición firme frente a los indiscriminados recortes de personal que ha vivido la industria editorial los últimos años.
El editor de Los Angeles Times, Dean P. Baquet, ha hecho pública su disputa con el corporativo de Tribune Co., con sede en Chicago, sobre las crecientes exigencias de recortes presupuestarios a través de despidos y liquidaciones (lea el artículo del NYTimes). Lo más interesante del asunto es que el editor manifestó su postura ante los recortes en un reportaje en su propio diario (lea el artículo del LATimes). El reportaje, publicado el jueves 14 de septiembre, refleja el sentimiento de veinte líderes comunitarios de Los Angeles, quienes cuestionan la decisión de Chicago, la cual, dicen, podría mermar la calidad periodística del diario.
"I am not averse to making cuts", dice Baquet. "But you can go too far, and I don't plan to do that. I just have a difference of opinion with the owners of Tribune about what the size of the staff should be. To make substantial reductions would significantly damage the quality of the paper."
Los Angeles Times tiene, según el artículo del NYT, 940 empleados. El Dallas Morning News, dice el mismo reportaje, se quedará con 450 empleados tras una próxima reducción de 111 (Belo Corp, la matriz del diario, ha realizado varias rondas de recortes los últimos años).
El estándar de la industria llama a tener un reportero o editor por cada 1,000 ejemplares de circulación. Entonces, un diario con 2 millones de ejemplares en la calle, como el USA Today, debería tener 2,000 empleados. Fácil. Pero, como siempre y como todo en la industria editorial, es una cifra sumamente engañosa. En México, donde ningún diario siquiera alcanza el medio millón de ejemplares, los principales diarios tienen redacciones hacinadas donde los reporteros trabajan codo con codo. Mientras que exitosas revistas de más de 100,000 ejemplares – mensuales y semanales – trabajan con equipos de menos de 10 personas, hay diarios con circulaciones ínfimas – menos de 20,000 – que tienen 250 empleados. En México, como en otros países de América Latina, la cifra que importa no es la de el número de ejemplares en la calle, sino del nivel de influencia de la publicación en ciertos sectores – políticos y empresariales. Debido a la evidente falta de estudios de mercado y la irresponsable inversión publicitaria – a través de agencias de publicidad o por partida del gobierno – los periódicos mexicanos han podido sobrevivir cobrando estratosféricas pautas comerciales a cambio de una presencia nimia en la calle y una influencia sobrevalorada en los sectores de toma de decisión.
¿Qué tiene esto que ver con el tamaño de las redacciones? La pregunta es, más bien, que tanto se puede medir la calidad – o influencia – de un diario por el tamaño de su equipo editorial. Al fondo de este debate está en el combustible de toda industria rentable: el dinero.
Y en un medio de comunicación, cuando se habla de dinero se despierta el añejo e histórico debate entre los intereses económicos de la empresa periodística y la misión social del medio.
Y, como indica el conflicto al interior de Los Angeles Times, es una disputa en donde el medidor básico, si bien abstracto, es la calidad del producto. ¿Más reporteros significan mayor calidad? No necesariamente, por supuesto.
No sucede en México y Latinoamérica. Y tampoco en todos los periódicos de EEUU.
Pero es claro que, editorialmente, se pueden hacer más o menos cosas según los recursos con los que se cuente, como en cualquier otra industria. El ejército de reporteros con los que cuenta The Wall Street Journal – sumandos a los miles de periodistas de Dow Jones – se refleja plenamente en cada una de sus ediciones y, sobre todo, en sus constantes exclusivas y en el liderazgo e influencia en la industria que cubre. ¿Qué analista de Wall Street se atrevería a llegar al trabajo sin haberlo leído?
¿Qué se puede hacer con más reporteros en una redacción? Lo primero es que se gana tiempo, un recurso sumamente valioso en el vertiginoso mundo editorial: tiempo para no estar persiguiendo la noticia ni permitir que el poder – gobierno y empresas-- marque el ritmo de la información. Se gana tiempo para dedicar más a una investigación y recursos humanos para entrar con mayor fuerza a un tema y para elegir mejor los temas relevantes e importantes para la audiencia. Se gana espacio de maniobra y especialización, ya que un mismo periodista no tendrá que cubrir temas tan disímiles como deportes y educación. Se gana tiempo para capacitar al personal. Espacio para pensar, planear y desarrollar ideas. Incluso, se gana la oportunidad de errar y corregir en privado, evitando publicar textos a medio cocinar. En una redacción grande, con buenos editores, se multiplica la oportunidad de analizar cada texto, varias veces, con el ojo crítico de un lector especializado y exigente. Así, al final, el que gana es el lector.
Pero, en todas las discusiones que he leído sobre recortes de personal en redacciones, rara vez he oído hablar del lector. Al final, ¿no es el lector el cliente último? Sí, pero como es un cliente casi siempre anónimo y sin rostro – sobre todo en América Latina – es fácil de manipular sus deseos y exigencias. Es fácil porque, simplemente, no se le incluye en la discusión y cuando se hace es a través de focus groups o estudios de mercados mal ejecutados e implementados y, por ende, con resultados mediocres y fáciles de ajustar a los deseos y anhelos de la empresa.
El periodismo en los países capitalistas es un negocio. Hay que dejar de pelear con ello. Se puede considerar poner anuncios en la primera plana (como el WSJ y el LAT recientemente decidieron hacerlo) o vender los llamados publirreportajes en todas las secciones mientras estén apropiadamente señalados.
Pero lo que no se puede es engañar a los equipos editoriales, a los anunciantes y a los lectores tratando de hacerles creer que es lo mismo hacer un periódico con un peso que con diez centavos. Es aritmética pura.
jueves, 14 de septiembre de 2006
Cinco años y tres días después
Llegó tres días tarde al quinto aniversario de los atentados terroristas que sacudieron a Estados Unidos en septiembre de 2001. Como el cinéfilo que no va a un estreno para evitar a las multitudes, me dispuse a esquivar la fecha trágica y, con más calma, entrar al auditorio vacío para entregarme al ejercicio de la contemplación.
¿Dónde estabas el 11 de septiembre de 2001? O, mejor dicho, ¿eres o no parte de la historia?
Como otros eventos de amplio efecto social – como los terremotos en la Ciudad de México en 1985 – la politización de los ataques terroristas ha levantado un manto nebuloso sobre los eventos de ese día, una barrera que incluso para quienes estuvimos ahí – cerca – ha opacado la memoria.
Porque, más que un evento mundial o nacional, he tratado de entender este hito como un asunto de individuos, aun cuando el gobierno estadounidense ha secuestrado el suceso histórico para convertirlo en punto de lanza de una política global predeterminada. Lo ha capturado y en su nombre ha justificado medidas que, bajo otras circunstancias, difícilmente hubieran tenido el apoyo de la población. Algo que fue evidente desde las 9:04 AM de ese martes hace cinco años fue que este país ya no sería el mismo – o que sería más igual que antes. Más parecido al EEUU de los años 50 que al país de tan sólo años antes, el de la exuberancia y el optimismo desenfrenado de los 90.
Llegué a Nueva York el 13 de agosto de 1999. Entre mis frívolas observaciones de la ciudad que sería mi hogar por casi cinco años noté que esas Navidades, previas al muy esperado cambio de milenio, la gente compraba sin moderación ni restricciones. Tiempo después conocí un indicador económico que mide la confianza del consumidor, medida que en la recesión del 2002 fue importante porque gracias al consumo de las personas la economía del país no se hundió todavía más. No he revisado las cifras de confianza del invierno del 99, pero mi ojo poco educado me dice que el neoyorquino, como dicen, se sentía en la cumbre del mundo.
El estallido de la burbuja de Internet fue un primer aviso de lo endeble que era ese optimismo – asunto que sería imprudente vincular al 9/11. Sin embargo, para septiembre de ese año los niveles de empleo y los niveles económicos iban a la baja. ¿Hubiera habido una recesión económica sin los eventos terroristas? No tengo la menor idea, pero juntos, los problemas económicos y la nueva y desconocida sensación de vulnerabilidad crearon un ambiente de desconfianza, fatalismo y temor que contrastaba drásticamente con esa efervescencia de unos meses antes.
Pero hay un momento muy singular del que poco se ha hablado: la noche del 11 de septiembre en la isla de Manhattan. Porque otra cosa que noté al llegar fue que, efectivamente, es una ciudad que nunca duerme. Y que nunca calla. Como pocas otras ciudades que conozco, Nueva York no se queda afuera incluso después de cerrar la puerta con llave. Es una urbe que penetra todas las rendijas y todos los poros. Cuando te mudas ahí, la ciudad se vuelve en indiscutible protagonista de tu vida. Y cuando más alto estaba ese protagonismo –- fresca la herida -- la forma en que decidió manifestarse fue con el silencio. Mientras los aparatos de televisión repetían una y otra vez el choque y el estallido de los aviones en el costado de la torre norte y el derrumbe de ambos rascacielos, la ciudad estaba pasmada, en estado literal de shock. Una vez que apagué mi televisor, como a las 11 PM del martes 11 de septiembre, el silencio sepulcral de la ciudad se metió hasta por los huesos. Era un silencio aterrador. La parada de autobús que nos arrullaba todas las noches estaba desierta. Nuestros cachondos vecinos no hicieron el amor esa noche. No se oía tráfico. Solo un lejano murmullo de sirenas que, como sollozo de niño, recordaban el dolor colectivo.
Porque aunque para esa hora nadie pensaba que el 12 de septiembre fuera a darse otro atentado de la misma magnitud, los habitantes de la ciudad hacían un ejercicio de conciencia para tener claro, al día siguiente, cuál había sido su papel en la historia.
¿Dónde estabas el 11 de septiembre de 2001?
Ni en las trincheras, ni en la grilla, ni en protestas. Lo más probable es que al amanecer CNN estuviera repasando la noticia de la practicante de un senador en Washington que llevaba varios días desaparecida. El WSJ, probablemente, estaría con su cobertura de los escándalos contables en Enron y Worldcom. Yo me estaba bañando después de mi ejercicio matutino. Ni siquiera estaba muy dispuesto a creer que un atentado así fuera posible. Cuando esa mañana, como a las 10.30, llegué hasta el sur de la ciudad, me negué a aceptar que las torres se habían derrumbado. Que no había nada ya detrás de enorme cortina de humo, polvo y escombros. Que lo que habría ahí, por lo próximos cinco años, sería el epicentro del día en que los estadounidenses perdieron la inocencia. El día en que pusieron en manos del gobierno su libertad para que les devolviera la confianza, la seguridad y el optimismo.
Seguimos esperando.