A mí el periodismo ciudadano me entusiasma tanto como a mi vecino el médico saber que he decidido operarme a mí mismo.
Dirán que ya me agrié y que mi ego profesional no me permite acoger está contundente tendencia que verá a todo los periodistas de patitas en la calle, o trabajando en los quirófanos del mundo.
Pero permítanme explicarme. Me encanta la idea de que cada día existan más plataformas en las que más gente pueda comunicarse con otros. Blogger, MySpace y YouTube son esfuerzos fascinantes – y hasta ahora democráticos – en donde cualquiera, incluido un periodista amargado como yo, podemos compartir ideas y contenidos, incluso los producidos por nosotros mismos. Vientos.
Pero me exaspera el afán por vender cada una de estas innovaciones como el fin del oficio del periodismo. Ya mataron a los periódicos y desde hace años Internet viene anunciando la desaparición de la profesión. Pero no es sino entusiasmo mal encaminado. Porque, en términos prácticos, el lector es el que decide qué medio quiere usar para recibir la información. A nosotros debería de darnos lo mismo o, como dicen los entendidos, debemos presentaros como “agnósticos de los medios” y comunicar la información por cualquier vía. Al final, lo que importa es el mensaje.
La vía es mera preferencia del usuario o lector. Terror debía darnos cuando acaben por extinguirse éstos – los lectores. (En muchos de nuestros países, primero habríamos de crearlos).
Como dije, me encanta que los “ciudadanos” tengan acceso indiscriminado y sin filtro para compartir sus mensajes (videos, textos, audio o lo que sea). Me parece fantástico que puedan compartir sus gustos y preferencias sin obstáculos más allá de la necesidad de tener acceso a estas tecnologías.
Sin embargo, los entusiastas del llamado “periodismo ciudadano” dicen que esta falta de filtro, o de “censura”, es justamente la ventaja que este fenómeno tiene sobre la forma en que los viejos periodistas hemos transferido la información hasta ahora. Otra cualidad, dicen, es la absoluta espontaneidad y libertad con la que se comunican estos mensajes en las plataformas abiertas disponibles actualmente.
Yo digo: Ja.
Es un problema semántico – de definición: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Sin duda, el fenómeno YouTube, Blogger y MySpace es impresionante, tan sólo por la magnitud de usuarios. Pero de eso a pensar que se está haciendo un nuevo tipo de periodismo es igual que pensar que yo, con un escalpelo en mano, puedo operar a mi vecino (el pobre vecino que resulta conejillo de indias de todos mis supuestos).
Si los instrumentos bastaran, una visita a Home Depot me haría el mejor constructor del mundo. Un sinnúmero de ampollas en mis dedos demuestran lo contrario.
Muchos se sorprenden de que estos “periodistas ciudadanos” (seguiré usando comillas porque el término me parece francamente estúpido) son amateurs y no tiene experiencia, y que esa es su mayor cualidad. Si a esas nos vamos, un gran porcentaje de periódicos en la historia han sido lo mismo, porque es extremadamente común, aún hoy, que los periodistas se hagan en la chamba (en el oficio) y que pasen de la escuela secundaria directamente a la práctica. Esta era la norma hace apenas una generación.
O sea, que periodismo ciudadano (sin comillas) lo hemos hecho siempre. Esta nota del Los Angeles Times da excelentes ejemplos de lo que me refiero, como la señora que recomienda “El rey león” como el mejor musical que ha visto en su vida (ha visto cuatro).
El error, creo, es tratar de entender un fenómeno fabuloso e innovador – YouTube, Blogger, MySpace, etc. – que, en corto, habla de una democratización del uso comunitario de los medios, confrontándolo a un oficio que, como cualquier otro, tiene sus estándares, reglas y, sobre todo, responsabilidades.
Hay infinidad de ejemplos de cómo se pueden manipular estos nuevos medios. Uno de los más exquisitos es el caso Lonelygirl15, en donde una actriz y dos productores hicieron creer al mundo que sus cortometrajes era el video diario de una adolescente. Para cuando se descubrió el embrollo, millones seguían las descriptivas anécdotas del personaje principal a través de YouTube.
Otro ejemplo delicioso es el de los llamados flogs (palabra acuñada por el reportero de MediaPost Tom Siebert): los blogs falsos que aparentan ser foros de temas de consumo pero que en realidad son creados por profesionales para promover algún producto. MySpace también está inundado de estas páginas con fines mercadológicos.
Entonces, qué queda: pues, como siempre, antes estos posibles malos usos del medio, empiezan a surgir las voces prestigiosas, la gente que sabe más que los demás porque se mete más a fondo a los temas, porque tiene acceso a mejores fuentes y porque sabe como relacionarse con estas fuentes para que no afecten la veracidad – antes llamada objetividad – de lo que están comunicando.
Los mismos periodistas hemos comenzado a usar los blogs como fuentes de información (verlo aquí). Pero, ¿cuáles usamos? Pues los mejores, los de los entendidos, los de la gente que algo tiene que decir, que lo dice bien y que sabe de lo que está hablando. O sea, fuentes fidedignas. No es sorpresa que en las listas de los mejores blogs sobre temas varios muchos sean de periodistas.
Porque, a fin de cuentas, aun estos periodistas ciudadanos amateurs quieren hacer el trabajo lo mejor posible. Como muestra un botón: aquí, la página Web IntranetJournal hace recomendaciones sobre como entrevistar a una persona. Entre ellas: “As a writer you want to ask interesting and original questions that will engage your interviewee and your audience, not simplistic and commonplace questions that you can find the answers to yourself with a quick Web search.”
¿Qué pasará? Pues que los mejores bloggers y periodistas ciudadanos, los que sigan haciendo más tiempo y lo hagan bien, se convertirán en fuentes prestigiosas, a las que la audiencia acuda. Pero sólo lo lograrán los que hagan el esfuerzo extra, haciendo un trabajo independiente, aprendiendo a lidiar con las fuentes y a investigar a fondo los temas. Lo mismo que ha pasado con todos los ciudadanos que un día deciden dedicarse transmitir información y hacerlo bien, ganándose la confianza del lector. Al final, eso es lo que todos los periodistas queremos. Bienvenidos al gremio.
jueves, 21 de diciembre de 2006
Bienvenidos al gremio
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2 comentarios:
Me identifico: yo soy el vecino de Gabriel Sama, o hasta hace poco lo era, y sé que se refiere a mí cuando tiene el bisturí en la mano. Sin embargo, como viejo periodista también (todavía estamos debatiendo cuál de los dos es más viejo) me sumo entusiastamente al movimiento contra el periodismo ciudadano. Si el público lector supiera las batallas que se libran en las redacciones para publicar noticias equilibradas, sin editorializar y con los nombres y cifras correctos, se aterrarían ante la prosa-bazofia que abunda en los blogs. Aquí la clave es: ¿a quién le importa la opinión, disfrazada de noticia, de alguien que no tiene la menor idea de lo que lleva redactar una noticia como debe ser? Aunque pareciera que a muchos, lo cierto es que la popularidad no garantiza la calidad. Además, me niego a quedarme sin trabajo para que Juan Pirindingo tenga sus 15 minutos de [mala] fama. Así, queda oficialmente establecida la Asociación Nacional contra el Periodismo Ciudadano.
Oscar Díaz
tiendo a estar de acuerdo con lo que planteas. El buen periodismo va a seguir siendo imprescindible, por más medios que tengamos a mano. Al final, la calidad la ponen las personas y no los medios.
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