Es fascinante y no falla: el reportaje más compartido hoy -- 19 de diciembre -- por los lectores del New York Times en línea es una lista de las 15 preguntas que las parejas deberían hacerse antes de casarse (ver nota aquí).
Es impresionante la popularidad de las notas de servicio, en particular las que hablan de las relaciones de pareja.
La lista de los más compartido es un buen -- más no único ni definitivo -- medidor de los intereses de los lectores. Me imagino que en muchas ocasiones cierto tipo de notas -- como la de hoy -- se comparten como una forma de hacer conversación o apuntalar un antiguo debate con los amigos.
En otro tema, el Times también publicó una nota sobre una familia de mexicanos en San Antonio, Texas (aquí). Siendo mexicano y habitante de San Antonio, no soy muy objetivo ante este tipo de reportajes. La nota dice que reporteros y fotógrafos (en plural) del NY Times pasaron una semana con la personaje principal del artículo, una mexicana que trabaja en una cafetería escolar y quien, a diferencia de sus familiares, ya tiene papeles. Mi objeción a esta nota son algunos de los artículos que usan en el texto y las cabezas ("turbulent life"; "does not... feel part of the of the larger American way of life her son embraces"; "she remains endlessly embroiled in the struggle to raise up her brothers and sisters"). ¿Por qué me molesta? Porque se puede escribir lo mismo de cualquier inmigrante en cualquier parte del mundo y, también, porque los americanos tienden a clasificar a los inmigrantes por generaciones, cuando en realidad el único inmigrante es el que llega primero (la madre en este caso). Comparan los hijos con la madre como si vinieran de dos realidades similares e insisten en creer que un inmigrante que reacciona con extrañeza al nuevo entorno es raro mientras que un inmigrante adaptado (el hijo que nació aquí, que no es ningún inmigrante) es lo aceptado. El problema, creo, es que estos reportajes parten de una idea preconcebida de que los inmigrantes son extraños. ¿Esta mujer vive lo que vive por venir de la pobreza y de una desventaja social o por ser inmigrante? Es muy cierto que la experiencia del inmigrante es única. Vivir en un lugar nuevo y ajeno y adaptarse a ese entorno trae consigo una serie de retos muy particulares. Pero ser inmigrante no es condicionate de marginalidad o enajenación, como pretenden los Samuels P. Huntingtons del mundo. Si los periodistas partimos de que la vida de la gente -- del rubro y experiencia que sea -- está precondicionada, entonces ¿para qué nos necesita la sociedad si todo y todos están predestinados?
martes, 19 de diciembre de 2006
Más de NYTimes.com
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario