Recién llego de un viaje a la Florida en el que paré por dos noches en Nueva Orleáns. Al regreso, sobre la Interestatal 10 al Oeste, se ven kilómetros enteros de la devastación provocada por Katrina y el colapso de los diques de la ciudad. Aunque el tramo de carretera no representa la totalidad de la destrucción, es suficiente para entender la magnitud, la cual es difícil de exagerar. Como he oído varias veces, son visiones que uno no esperaría ver en un país del primer mundo.
Desde que paré a fines de diciembre tenía mucha curiosidad por ver el segumiento del asunto por parte de The Times-Picayune, el diario local que ganó el Premio Pulitzer por su cobertura de Katrina.
A 16 meses, el periódico ha integrado a todos sus cuerpos las notas relacionadas a la reconstrucción -- o la falta de -- de la ciudad. Tengo que decir que me decepcionó un poco ver solo una sección o columna dedicada exclusivamente al asunto (una que se llama Winds of Change, Lifes Transformed by the Storm), una columna un tanto predecible sobre cómo la tormenta le cambió la vida a ciertos habitantes de la ciudad. Está bien escrita y las historias son conmovedoras pero, como dije, me pareció muy obvia. Tengo que decir que sólo revisé un par de ejemplares, lo cual resta mérito a cualquier opinión que pueda dar del tema.
Sin embargo, me pareció muy positivo que una de las dos Editoriales que me tocó leer le diera duro y a la cabeza al gobierno local -- y estatal y federal -- por el pésimo trabajo que han hecho en la repartición de los dineros para reconstuir la urbe -- algo más que evidente en ese devastado tramo de la I10 que pasé a toda velocidad a principios de enero.
La ciudad -- que es maravillosa y con mucho una de mis favoritas de este país -- sigue teniendo un flujo constante de turistas, pero para quien la conocimos antes del duro golpe es clara la decadencia y crisis social por la que atraviesa. Pero más allá de cualquier eslogán político o patriotero, esta es una ciudad que merece levantarse.
martes, 9 de enero de 2007
Desde la lona
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