jueves, 21 de diciembre de 2006

Bienvenidos al gremio

A mí el periodismo ciudadano me entusiasma tanto como a mi vecino el médico saber que he decidido operarme a mí mismo.
Dirán que ya me agrié y que mi ego profesional no me permite acoger está contundente tendencia que verá a todo los periodistas de patitas en la calle, o trabajando en los quirófanos del mundo.
Pero permítanme explicarme. Me encanta la idea de que cada día existan más plataformas en las que más gente pueda comunicarse con otros. Blogger, MySpace y YouTube son esfuerzos fascinantes – y hasta ahora democráticos – en donde cualquiera, incluido un periodista amargado como yo, podemos compartir ideas y contenidos, incluso los producidos por nosotros mismos. Vientos.
Pero me exaspera el afán por vender cada una de estas innovaciones como el fin del oficio del periodismo. Ya mataron a los periódicos y desde hace años Internet viene anunciando la desaparición de la profesión. Pero no es sino entusiasmo mal encaminado. Porque, en términos prácticos, el lector es el que decide qué medio quiere usar para recibir la información. A nosotros debería de darnos lo mismo o, como dicen los entendidos, debemos presentaros como “agnósticos de los medios” y comunicar la información por cualquier vía. Al final, lo que importa es el mensaje.
La vía es mera preferencia del usuario o lector. Terror debía darnos cuando acaben por extinguirse éstos – los lectores. (En muchos de nuestros países, primero habríamos de crearlos).
Como dije, me encanta que los “ciudadanos” tengan acceso indiscriminado y sin filtro para compartir sus mensajes (videos, textos, audio o lo que sea). Me parece fantástico que puedan compartir sus gustos y preferencias sin obstáculos más allá de la necesidad de tener acceso a estas tecnologías.
Sin embargo, los entusiastas del llamado “periodismo ciudadano” dicen que esta falta de filtro, o de “censura”, es justamente la ventaja que este fenómeno tiene sobre la forma en que los viejos periodistas hemos transferido la información hasta ahora. Otra cualidad, dicen, es la absoluta espontaneidad y libertad con la que se comunican estos mensajes en las plataformas abiertas disponibles actualmente.
Yo digo: Ja.
Es un problema semántico – de definición: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Sin duda, el fenómeno YouTube, Blogger y MySpace es impresionante, tan sólo por la magnitud de usuarios. Pero de eso a pensar que se está haciendo un nuevo tipo de periodismo es igual que pensar que yo, con un escalpelo en mano, puedo operar a mi vecino (el pobre vecino que resulta conejillo de indias de todos mis supuestos).
Si los instrumentos bastaran, una visita a Home Depot me haría el mejor constructor del mundo. Un sinnúmero de ampollas en mis dedos demuestran lo contrario.
Muchos se sorprenden de que estos “periodistas ciudadanos” (seguiré usando comillas porque el término me parece francamente estúpido) son amateurs y no tiene experiencia, y que esa es su mayor cualidad. Si a esas nos vamos, un gran porcentaje de periódicos en la historia han sido lo mismo, porque es extremadamente común, aún hoy, que los periodistas se hagan en la chamba (en el oficio) y que pasen de la escuela secundaria directamente a la práctica. Esta era la norma hace apenas una generación.
O sea, que periodismo ciudadano (sin comillas) lo hemos hecho siempre. Esta nota del Los Angeles Times da excelentes ejemplos de lo que me refiero, como la señora que recomienda “El rey león” como el mejor musical que ha visto en su vida (ha visto cuatro).
El error, creo, es tratar de entender un fenómeno fabuloso e innovador – YouTube, Blogger, MySpace, etc. – que, en corto, habla de una democratización del uso comunitario de los medios, confrontándolo a un oficio que, como cualquier otro, tiene sus estándares, reglas y, sobre todo, responsabilidades.
Hay infinidad de ejemplos de cómo se pueden manipular estos nuevos medios. Uno de los más exquisitos es el caso Lonelygirl15, en donde una actriz y dos productores hicieron creer al mundo que sus cortometrajes era el video diario de una adolescente. Para cuando se descubrió el embrollo, millones seguían las descriptivas anécdotas del personaje principal a través de YouTube.
Otro ejemplo delicioso es el de los llamados flogs (palabra acuñada por el reportero de MediaPost Tom Siebert): los blogs falsos que aparentan ser foros de temas de consumo pero que en realidad son creados por profesionales para promover algún producto. MySpace también está inundado de estas páginas con fines mercadológicos.
Entonces, qué queda: pues, como siempre, antes estos posibles malos usos del medio, empiezan a surgir las voces prestigiosas, la gente que sabe más que los demás porque se mete más a fondo a los temas, porque tiene acceso a mejores fuentes y porque sabe como relacionarse con estas fuentes para que no afecten la veracidad – antes llamada objetividad – de lo que están comunicando.
Los mismos periodistas hemos comenzado a usar los blogs como fuentes de información (verlo aquí). Pero, ¿cuáles usamos? Pues los mejores, los de los entendidos, los de la gente que algo tiene que decir, que lo dice bien y que sabe de lo que está hablando. O sea, fuentes fidedignas. No es sorpresa que en las listas de los mejores blogs sobre temas varios muchos sean de periodistas.
Porque, a fin de cuentas, aun estos periodistas ciudadanos amateurs quieren hacer el trabajo lo mejor posible. Como muestra un botón: aquí, la página Web IntranetJournal hace recomendaciones sobre como entrevistar a una persona. Entre ellas: “As a writer you want to ask interesting and original questions that will engage your interviewee and your audience, not simplistic and commonplace questions that you can find the answers to yourself with a quick Web search.”
¿Qué pasará? Pues que los mejores bloggers y periodistas ciudadanos, los que sigan haciendo más tiempo y lo hagan bien, se convertirán en fuentes prestigiosas, a las que la audiencia acuda. Pero sólo lo lograrán los que hagan el esfuerzo extra, haciendo un trabajo independiente, aprendiendo a lidiar con las fuentes y a investigar a fondo los temas. Lo mismo que ha pasado con todos los ciudadanos que un día deciden dedicarse transmitir información y hacerlo bien, ganándose la confianza del lector. Al final, eso es lo que todos los periodistas queremos. Bienvenidos al gremio.

martes, 19 de diciembre de 2006

Más de NYTimes.com

Es fascinante y no falla: el reportaje más compartido hoy -- 19 de diciembre -- por los lectores del New York Times en línea es una lista de las 15 preguntas que las parejas deberían hacerse antes de casarse (ver nota aquí).
Es impresionante la popularidad de las notas de servicio, en particular las que hablan de las relaciones de pareja.
La lista de los más compartido es un buen -- más no único ni definitivo -- medidor de los intereses de los lectores. Me imagino que en muchas ocasiones cierto tipo de notas -- como la de hoy -- se comparten como una forma de hacer conversación o apuntalar un antiguo debate con los amigos.
En otro tema, el Times también publicó una nota sobre una familia de mexicanos en San Antonio, Texas (aquí). Siendo mexicano y habitante de San Antonio, no soy muy objetivo ante este tipo de reportajes. La nota dice que reporteros y fotógrafos (en plural) del NY Times pasaron una semana con la personaje principal del artículo, una mexicana que trabaja en una cafetería escolar y quien, a diferencia de sus familiares, ya tiene papeles. Mi objeción a esta nota son algunos de los artículos que usan en el texto y las cabezas ("turbulent life"; "does not... feel part of the of the larger American way of life her son embraces"; "she remains endlessly embroiled in the struggle to raise up her brothers and sisters"). ¿Por qué me molesta? Porque se puede escribir lo mismo de cualquier inmigrante en cualquier parte del mundo y, también, porque los americanos tienden a clasificar a los inmigrantes por generaciones, cuando en realidad el único inmigrante es el que llega primero (la madre en este caso). Comparan los hijos con la madre como si vinieran de dos realidades similares e insisten en creer que un inmigrante que reacciona con extrañeza al nuevo entorno es raro mientras que un inmigrante adaptado (el hijo que nació aquí, que no es ningún inmigrante) es lo aceptado. El problema, creo, es que estos reportajes parten de una idea preconcebida de que los inmigrantes son extraños. ¿Esta mujer vive lo que vive por venir de la pobreza y de una desventaja social o por ser inmigrante? Es muy cierto que la experiencia del inmigrante es única. Vivir en un lugar nuevo y ajeno y adaptarse a ese entorno trae consigo una serie de retos muy particulares. Pero ser inmigrante no es condicionate de marginalidad o enajenación, como pretenden los Samuels P. Huntingtons del mundo. Si los periodistas partimos de que la vida de la gente -- del rubro y experiencia que sea -- está precondicionada, entonces ¿para qué nos necesita la sociedad si todo y todos están predestinados?

lunes, 18 de diciembre de 2006

Con el permiso de Usted

Cuando veo que periódicos en Grecia reproducen la selección de la revista Time a “La persona del Año” no puedo sino sonrojarme, sobre todo por lo evidentemente popular – o populista – de la selección de 2006: “Usted”.

Bien por la marca Time. Ayer por la noche – 17 de diciembre – el ticker de CNN International – que pertenece a la misma compañía que Time -- repetía y repetía la selección. Yo, ilusamente, pensé que cuando decían “You” se referían a YouTube, el ya famosísimo sitio de videos en línea.

Como ya saben mis asiduos lectores – ja – soy un “late adopter” por lo que apenas hace unos días me metí a YouTube y disfruté muchísimo de tener a la mano entrevistas enteras de David Letterman a Bill O’Reilly, Johnny Depp, Borat y Lindsey Lohan (también tengo una vena farandulera). En menos de una hora, me chute estas cuatro entrevistas completas. Delicioso.

También me agradó encontrar material en español, grabado directamente de los televisores con videocámaras.

La elección de Time de Usted como la persona del año incluye a YouTube, pero también a MySpace y Wikipedia y todos los esfuerzos masivos en línea en donde la gente – usted – participa activamente para formar una comunidad.

No es algo nuevo: Napster lo hizo, masivamente, hasta que las disqueras terminaron por matar el esfuerzo comunitario. Probablemente lo mismo le pasará a YouTube.

Lo curioso que repliquen en Grecia estas designaciones puramente mercadológicas de revistas americanas es que ese galardonado ‘You’ excluye a la gran mayoría de griegos y, de paso, latinoamericanos y un gran porcentaje del resto del planeta.

A siete años de vivir en EEUU – y de haberme acostumbrado a hacer muchas de mis compras, actividades bancarias, reservaciones aéreas y búsquedas de información por Internet – me sorprende al aún bajo índice de uso de Internet en, por ejemplo, México. Conozco gente que hace sus transacciones bancarias o sus planes de viaje por Internet, pero la brecha de uso con Estados Unidos es enorme.

Con uso me refiero a eso: qué tantas cosas hace una persona en Internet a diferencia de hacerlas físicamente, in situ. Para poner un simple ejemplo, en EEUU no hay que ir a una sucursal bancaria a menos que uno quiera hacer un depósito personalmente. Puede comprar un boleto de avión, la entrada al cine, los juguetes de Navidad, todo, por Internet. Y, lo mejor del asunto, es que los usuarios se han acostumbrado a que estas transacciones son seguras y que las cosas llegarán a su destino.

Si los esfuerzos cibernáuticos tocaron pared en EEUU después del estallido de la burbuja en 2001, en América Latina murieron por completo. Después de Terra, EsMas, Patagon, Starmedia y esos grandes portales pan-latinoamericanos desarrollados a finales de los 90 y 2000 no ha habido un solo nuevo esfuerzo masivo para llevar información, servicios y comercio a los usuarios latinoamericanos.

Cierto: en YouTube hay material en español y en MySpace hay páginas personales de jóvenes latinoamericanos. Pero lo que no hay es un esfuerzo en la región por desarrollar las ideas y los conceptos que pudieran servir bien al usuario de cada uno de los países de la zona. El impulso se agotó y no veo señales del multisobado Web 2.0 en América Latina.

O sea que ese You es eso, un Usted en inglés que no incluye ni a mexicanos ni a griegos, sino a un grupo de gente que se está distanciando más del resto del mundo en el uso de esta tecnología en su día a día.

viernes, 1 de diciembre de 2006

Lector querido

Estoy en el honorable negocio de la información. Como usted y yo sabemos, querido lector, nuestra misión es hacer llegar estos contenidos a ávidos lectores en todo el mundo. ¿Qué cómo la hacemos? Pues publicando nuestro material en distintos medios y cruzando los dedos para que esos vehículos mediáticos lleguen a las manos correctas.
Ahora, a lo que voy. Me dedico a esto, pero haciendo un “soul search” (se traduce libremente como “búsqueda en el alma”), me doy cuenta que soy un terrible consumidor de medios informativos. Malísimo, lo confieso.
Vean:
Número de diarios (en papel) a los que estoy suscrito: 0
Número de revistas a las que estoy suscrito: 0
Número de diarios en papel que compro – o recojo si son gratuitos -- al mes (que no sea por trabajo): unos 4 (total mensual).
Número de revistas que compro o leo al mes (igual, que no esté obligado por trabajo): 1
Número de websites que leo al día: 3, en promedio. A veces más.
O sea, que soy un consumidor de medios digitales.
Sorprendente, si pienso que hace 10 años no había abierto una sola página de Internet (soy lo que los conocedores llaman un “late adopter”). De hecho, no hice una sola tarea de la universidad en computadora. Usaba máquina eléctrica.
Ahora, aun cuando soy un consumidor asiduo de noticias en Internet, lo cierto es que leo los mismos sites casi todos los días: Nytimes.com (para enterarme), CCN.com (para breaking news), Reforma.com y Eluniversal.com.mx (para apenas hacer un compendio de lo que pasa en México con los retratos parciales que ambos diarios hacen del país).
Por supuesto, a veces leo otros sitios.
Nada más hay que pensar en la infinidad de posibilidades que existen y resulta que el lector promedio se aboca a muy pocas de esas opciones. Por eso, hay que ganarlos: porque escogen con pinzas lo que quieren leer y a quien quieren darle su tiempo y lealtad; experimentan poco y difícilmente cambian; esperen siempre lo mismo pero al mismo tiempo quieren exquisitas sorpresas; no perdonan la mediocridad ni los malos tratos (aun cuando algunos de nosotros estamos condenados a leer medios que no nos encantan); y difícilmente vuelven si se van.
Así que, querido lector, cuide a sus lectores si es que aún le quedan algunos. Porque lo que está muriendo no son los periódicos, sino los lectores de periódicos.